El epílogo del mes de marzo de aquél lejano 2006 trajo hasta Madrid, en el marco de una gira española, al genial guitarrista argentino Luis Salinas. El violero no dejó pasar la oportunidad de reunirse a conversar con el que está considerado uno de los guitarristas de jazz más brillantes del momento y te ofrece, en exclusiva, una entrevista diferente. Por Manuel Álvarez Ugarte
La mañana del 23 de marzo fui hasta el hotel Trafalgar, en el madrileño barrio de Chamberí, a entrevistar a Luis Salinas. Aproximadamente siete años separaban este encuentro de la última vez que asistí a un concierto suyo en Buenos Aires y algo más de quince, de la época en la que Salinas era un ilustre desconocido que tocaba los domingos en un zulo de la calle Paraná, en la capital porteña. Como guitarrista y compatriota suyo, testigo de la magia de docenas de conciertos y jam sessions compartidas por él con grandes figuras de la guitarra del mundo, su crecimiento y proyección internacional, debo reconocer que el encuentro con Luis me tenía en proporción más nervioso que ilusionado. La casualidad quiso que, nada más verme, Luis me dijera: -Yo a vos te conozco, de dónde? -De la época del “Oliverio” quizás, le respondí. Comenzó entonces una espontánea conversación de la que las líneas que siguen dan cuenta. Como aclaración, y acaso por intentar reproducir con la mayor fidelidad posible el espíritu de la charla, he procurado mantener intacta la gramática y el acento rioplatense que inundó el encuentro.
Cómo te aproximás a la música y de qué forma se da esa formación autodidacta?
Mirá, una vez me preguntaron cómo fue que elegí la guitarra, yo respondí que en realidad, creo que la guitarra me eligió a mí. Mi mamá siempre contaba que cuando era un bebé que apenas gateaba, tiraba los juguetes por todos lados y lo único que ponía en un rincón con cuidado era una guitarrita de juguete. Ella sostenía que yo fui guitarrista antes de saber lo que era tocar. Luego, la verdad es que en mi casa se tocaba mucha música porque tanto mi padre como mi padrastro eran buenos músicos, guitarreaban hasta tarde y yo estaba siempre ahí, oyéndolos, imitándolos, jugando a tocar… Realmente yo no me acerqué a la música, la música estaba ahí. Siempre digo que hay dos formas de ser músico: una, por elección, otra, por que no podés ser otra cosa. Yo soy de los segundos. Después, la realidad es que desde un principio hice exactamente lo mismo que ahora: aprender de los músicos con los que tuve la suerte de compartir escenarios. Tengo una relación totalmente apasionada con el instrumento al punto de saber que si tengo una cita no debo agarrar la guitarra antes porque si no, es seguro que llego tarde. La música para mi es una necesidad, como respirar o comer, no puedo imaginar la vida sin ella. Si alguien me preguntara qué haría de nuevo, respondería con toda seguridad: tocar la guitarra.
Quiénes resultaron ser figuras claves en tu formación como músico y artista?
En un principio mis mejores maestros fueron los discos. Cuando uno quiere aprender busca imitar a los que tocan bien. Figuras claves fueron muchas, por citarte algunas: Baden Powell, con quien tuve el privilegio de tocar una vez en Buenos Aires y la suerte de que se quedara a escucharme; Roberto Grela, el más grande guitarrista de tango de todos los tiempos; Atahualpa Yupanqui; Carlos Santana; Joe Pass; George Benson; Paco de Lucía… Como verás, guitarristas muy diferentes pero con una coincidencia fundamental: cuando tocan, en su música se escucha el paisaje. Debo decir que soy una persona afortunada, porque a la mayoría de los músicos que te mencioné tuve oportunidad de conocerlos y hasta de tocar con ellos. Con Paco (de Lucía) tengo una anécdota muy curiosa: hace muchos años, él tocó en el Teatro Coliseo de Buenos Aires y yo fui a verlo, estaba en la puerta de teatro cuando entró y saludó a varios, entre los que me contaba. Soy tan tímido que no fui capaz de decirle nada más que “hola”. Luego, 12 años más tarde, ocurrió que él tocaba en Rosario, una ciudad del interior de la Argentina y yo volví a verlo. Entonces, alguien me ofreció ir a saludarlo al camerino, acepté un poco nervioso y cuando entré lo vi sentado frente al espejo, me miró y dijo: -¡Al fin te conozco!, Cuál es tu próximo disco? Porque los otros ya los tengo (risas) ¡Qué vueltas tiene la vida!, Viste? Quien me lo iba a decir a mí. Esta suerte que me ha llevado a compartir escenarios con pesos pesados como Benson, B.B King y tantos otros no la tiene cualquiera. Si me la merezco o no yo, eso ya no puedo decírtelo. Lo cierto es que he tenido -y tengo- una escuela de lujo: mis amigos.
Luis y su "Antigua Casa Núñez" |
Hablemos de lo que durante años fue tu trabajo de base en Buenos Aires, las presentaciones en el mítico “Oliverio” de la calle Paraná, por donde pasaron grandes figuras a conocerte y tocar contigo.
Bueno, en realidad, antes de “Oliverio” hubo largos años de rodaje en escenarios de lo más variopinto de la noche porteña. He tocado en boliches de música negra, brasileña, salsa, boleros y hasta en un cabaret cantando a Serrat, concretamente, las canciones del disco Mediterráneo. Pero es verdad que “Oliverio” fue el punto de partida para muchas cosas. Para empezar, el dueño del local, que un principio no confiaba en mí, me dio los domingos. Lo hizo por miedo a estropearle la rentabilidad al sábado. El caso es que al final me salió bien, porque el domingo era el día que a la mayoría de músicos extranjeros que pasaban a tocar por Baires les quedaba libre. Así comenzaron a acercarse varios personajes: Scott Henderson, Alan Holdsworth, Chick Corea, Frank Gambale… Venían a escuchar y yo los invitaba a subir al escenario.
Así pasaron muchos años, jams alucinantes hasta las cinco de la mañana, hasta que una noche pasó por allí Gustavo Santaolalla, que llevaba ya muchos años viviendo en Estados Unidos; yo por aquel entonces ya había viajado a Suecia a grabar el primer disco: Aire de tango, y se acababa de publicar un CD en directo grabado justamente ahí, en “Oliverio”. Él me dijo: -Vos no tenés que cambiar nada para grabar, vos lo que necesitás es que te escuche mucha gente. Después quedamos en mi casa, le pasé los discos y se volvió a Los Ángeles. Cuatro meses después me llama por teléfono y me dice: -Conocés a Tommy Lipuma? -No, le dije. -Bueno, mirá entre los discos que tenés en casa. Ahí fue cuando descubrí que Lipuma era el productor de Miles Davis, George Benson, y tantos otros. -Bueno, él quiere grabarte un disco. Me dijo. Imagináte cómo me puse.
Qué vino a partir de eso?
Bueno, viajé a Estados Unidos y fui a la oficina de Tommy Lipuma, que estaba en un piso treinta en Manhattan. Cuando llegué vi colgados en las paredes discos de platino, oro, Grammys, etc. Muy fuerte… Me mereceré yo esto? Pensé. Digamos que ahí fue cuando empezó un poco la historia a nivel mundial con mi carrera. Con ese áurea viene España, que ahora es como mi segunda casa. Para serte sincero, la verdad es que España me dio, de entrada, un miedo bárbaro, porque si hay un lugar difícil para tocar la guitarra es acá. Los primeros conciertos que di fueron en el “Café Central”. Como el “Central” te da siempre una semana y en una semana pasan muchas cosas, aquí se empezaron a dar un montón de amistades. Con Tomatito, a poco de conocernos hicimos un disco que tuvo mucho éxito: Palabra de Guitarra Latina, y a continuación, una gira con él, Raimundo Amador, Larry Coryell, etc. Las cosas, sencillamente comenzaron a rodar.
Al hilo de esto, tu extensa discografía en solitario comenzó sin embargo hace apenas 13 años. Cuántas cosas cambiaron en tu vida profesional desde entonces?
Muchas, pero la más significativa fue que acaso grabando encontré una forma propia de hacer música. Una vez pasada esa etapa en la que uno escucha de todo y busca imitar a tal o cual, recoger esas influencias y ponerlas en tu música, demostrar de alguna forma, que sos capaz de lo que sea, entonces viene una fase en la que lo que buscás –al menos así me pasó a mi- es ser lo más personal posible.
La música argentina y latinoamericana vista con los ojos del jazz o el jazz desde un enfoque esencialmente latinoamericano?
Buen punto… La verdad es que a mi me cuesta mucho analizar la música. Prefiero siempre tocar primero y escuchar después. Supongo que como argentino, el amor hacia las músicas de mi tierra me sitúa justo en la segunda parte de tu pregunta. En el fondo, siempre pensé que para tocar bien una música, la que sea, hay que ir hasta el fondo de ella. En ese sentido, tanto para el jazz como para el tango o el folclore busco la comprensión, pero al mismo tiempo libertad para ser yo mismo. En una oportunidad hablando con Hermeto Pascoal y Adolfo Ábalos, les pregunté si a veces no sentían miedo de, por abarcar mucho, apretar poco. Los dos, siendo uno más tradicionalista y el otro más contemporáneo, me contestaron lo mismo: Lo importante es que seas sincero con vos mismo. Si tocás lo que sentís, entonces eso será lo que mejor le llegue a la gente.
Cómo trabaja Salinas con el instrumento, hay una rutina de estudio sistemática o simplemente una relación afectiva sin horarios ni esquemas?
Lo segundo, porque además, con los años uno debe procurar mantener la pasión por el instrumento. Ya es mucho el tiempo que llevo moviendo los dedos por el diapasón, es importante que haya frescura en la relación con la guitarra. Siempre lo digo: a mi la guitarra me gusta fuera del estuche. Creo que, considerando que en el fondo lo que la gente va a buscar cuando te va a escuchar es música, no hay que perder de vista que la verdadera estrella es ella. Cuanto menos nos interpongamos entre la música y el instrumento, mejor.
Contános cómo sigue esta gira y en qué proyectos estás trabajando.
La gira, después de estos tres conciertos en el Clamores, sigue en Murcia, Valencia y Barcelona. En julio vuelvo y además de España tocaré en Alemania, Holanda y Francia. En el plano de ediciones, saldrá en breve un disco doble (CD y DVD) grabado en vivo en el Rosedal de Buenos Aires el año pasado, que resume unos shows en los que tocamos al aire libre para unas 15.000 personas; después, también el año pasado, grabé un disco con músicos argentinos, chilenos y uruguayos, aún inédito, que creo, desde el punto de vista de lo que es la base rítmica, es lo mejor que he hecho hasta ahora, saldrá en breve. Ahora mismo estamos proyectando cosas con Tomatito y Javier Limón, que quiere que hagamos un disco con Richard Bona, el Negro Hernández, Piraña y Niño Josele. Aún es pronto para hablar pero el asunto pinta bien.
Con qué guitarras estás trabajando en directo y estudio?
Mirá, yo tuve mi primera guitarra recién a los 27 años porque antes de esa edad no tuve plata para comprarme nada. Siempre toqué con guitarras prestadas, a veces muy buenas pero casi siempre muy malas. Por eso, cuando pude empezar a elegir, el criterio me fue guiando, principalmente, por la vía de descartar todo aquello que me recordara a lo malo de las guitarras prestadas. En las eléctricas a mí siempre me gustó mucho el sonido de las Gibson, especialmente el modelo Les Paul y las de caja, tipo 335 o así. En cuanto a las españolas, hace muchos años que tengo una clásica de la Antigua Casa Núñez, de Buenos Aires. Pero de las viejas, las que tocaba Atahualpa, viste? Hasta ahora no me crucé con ninguna que me guste más. De todas formas, no soy muy pretencioso, de hecho, para tocar en vivo con nylon uso una Godin, que está a mitad de camino entre la eléctrica y la guitarra de jazz, es muy linda y no acopla, pero hay que aprender a tocarla, porque si le das la intención dinámica de la guitarra de caja no funciona. Ahora… cuando le encontrás el punto, es alucinante.
Luis Salinas nació en Monte Grande, una ciudad muy cercana a Buenos Aires. Las influencias de su padre y su padrastro, ambos músicos, lo animaron a tocar la guitarra desde edad muy temprana. La ductilidad del guitarrista y el músico se combinan logrando una fusión impecable, se trata de un virtuosismo musical no meramente técnico. Podría decirse que es un músico libre. Transita sin ataduras por distintos estilos. Acerca de su arte, George Benson señala: “Es uno de mis guitarristas favoritos”; Chick Corea habla de él como “uno de los grandes músicos argentinos”; Scott Henderson afirma: “Es increíble, será sin duda un héroe de la guitarra”; o las palabras de Baden Powell: “Es un guitarrista loco y genial”.
Esta versatilidad ha logrado que músicos como B. B. King o Hermeto Pascoal lo hayan invitado a compartir sus escenarios. Es además compositor de la mayoría de los temas que toca en sus conciertos y discos. Compartió experiencias con auténticas figuras del tango y el folclore de su país: Adolfo Ábalos, Horacio Salgan, Jaime Torres, Mercedes Sosa o María Graña.
No estudió en ningún conservatorio. Improvisador nato con una original capacidad interpretativa, dice: “Todos tenemos una condición natural para algo. No es lo que te gusta si no lo que podés hacer. El resto es trabajar. No pretendo ser mejor que alguien. Quiero ser el mejor Salinas posible. Mi música tiene que sonar fluida y sincera. Si uno no se emociona, el público tampoco (…)”
No hay comentarios:
Publicar un comentario